De vuelta al hospital – Aterrorizada

El 26 de septiembre Yuko me checo el punto infectado porque estaba muy hinchado: "Tienes algo blanco, como si fuera caspa". Le pedí que con un clínex me mostrara la consistencia, me recosté bocabajo y al momento de hacer presión con sus dedos, salieron a presión chorros y chorros de sangre, pus y agua. Al sentir caliente, giré la cabeza y en ese momento vi cómo me escurría el liquido por el cuello y el brazo."¡No te muevas! —me gritaba—. Cada que te mueves, sale un chorro como pistola de agua". Las dos entramos en pánico; yo desesperada trataba de secarme, pero entre más me movía más me salía, mientras ella presionaba el hoyo con la esperanza de que parara, me rogaba que no me moviera, y solo hasta después de un rato paró.

Cuando por fin me senté en la cama, vi las sábanas llenas de sangre y su cara de pánico–seguro yo tenía la misma cara–; nos vimos por un momento en silencio y después seria y tranquila, dijo: "Creo que debemos de ir al hospital inmediatamente". "Sí, tienes razón, le voy a escribir al doctor". Segundos después recibí su mensaje: "Estoy fuera del país, pero el Dr. Pazos me va a hacer favor de revisar las cosas. Ve a Urgencias".

Las dos estábamos muy asustadas, yo de saber que era inminente mi regreso al hospital y ella al ver como de la nuca me salían chorros y chorros de sangre, seguro fue muy traumático para ella, mientras preparaba una maleta para el hospital, y yo me vestía hubo un silencio abrumador que siguió casi hasta que llegamos al hospital.

De camino al hospital estaba aterrorizada. Apenas tenía 10 días que acababa de salir Al llegar a Urgencias ya me estaban esperando el Dr. Pazos y Fernando, el médico pasante. No sé qué les dijo mi doctor, pero ambos se veían muy preocupados. "¿Qué te pasó?"– dijo Pazos. "Se me reventó el absceso y me empezó a salir mucha sangre y agua a presión" —¿Pero cómo te pasó? —¡No lo sé!

Verlos tan angustiados no me ayudó en lo absoluto y empecé a sentir un miedo irracional. Mientras me revisaban nuevamente comenzó a salir el agua a presión, así que lo constataron por ellos mismos. Aprovecharon y tomaron una muestra del líquido. Pazos salió un rato y al regresar, me dijo: "Como te podrás imaginar, acabo de ingresarte nuevamente. Debemos hacerte varios estudios, controlar la infección y con un hoyo en la cabeza no puedes andar afuera, tu vida peligra. Se puede infectar e irse al cerebro". Al ver mi cara lo único que dijo fue: "Lo siento, pero hacemos esto para salvaguardar tu vida. Nos metiste un tremendo susto y debemos cerciorarnos que todo esté bien".

En mi desesperación por encontrar una vía para salir del hospital, le insistí que solo era una infección por rechazo de puntos y que una vez que me los quitaran se iba a solucionar el problema, pero contundente dijo: "No podemos retirar los puntos, ya que corres el riesgo de que se abra toda la herida y entonces estaríamos ante un problema mayor. El cultivo para determinar qué tipo de bacteria es, tardará de 48 a 72 horas, y hasta entonces lo atacaremos con el antibiótico adecuado. Mientras tanto te daremos un antibiótico de amplio espectro, hasta que llegue tu doctor y él te dirá qué pasará".

Mi doctor dio instrucciones de no dejarme salir y antes que nada controlar la infección, así que estaría a partir de ese momento por tiempo indefinido. Las cosas no podían estar peor, con cada complicación me sentía en una pesadilla, de la que por más que quería no podía despertar. ¿Cómo llegué a esto?

El primer mes Yuko se quedó todas las noches, en las mañanas llegaba mi mamá, para que ella pudiera descansar e irse a bañar, dado lo delicada de mi situación, no querían dejarme sola, cosa que les agradezco infinitamente, no sé que hubiera hecho sin ellas. Estar en el hospital es sumamente agotador, por lo que en esta ocasión les pedí que descansaran y se recuperaran, ya no era necesario que estuvieran las 24 horas, las enfermeras eran excelentes, así que acordamos que me acompañarían solo en el día.

Los siguientes días, me salió mucho líquido. Fernando me cambiaba las gasas promedio cada dos horas porque quedaban empapadas, lo mismo que la almohada; por el antibiótico era cada vez era menos sangre y más agua transparente. Pazos no me decía nada porque no era mi médico, pero podía ver su preocupación por la manera en que veía las gasas e intercambiaba miradas con Fernando. Yo conocía esa consistencia, así que no tardé en descubrir que en realidad eran dos cosas: la infección y líquido del cerebro, lo que significaba que se había fistulado ¡OTRA VEZ!

Le pedí al Dr. Pazos que me dijera la verdad con respecto a mi situación. "Estas son dos cosas, ¿cierto? Tengo una infección, pero el exceso de líquido es del cerebro, ¿verdad? No sirvió la segunda operación y hay que volver a operar, ¿no es así?".Su evasión y risa nerviosa me lo confirmaron, pero se limitó a decir: "Yo no soy el indicado para darte esa información, mañana viene tu doctor, él aclarará tus dudas y explicará qué va a proceder".

Sus últimas palabras se quedaron clavadas en mi mente toda la noche: "Qué va a proceder". Esa noche no dormí, llegué a la conclusión de que el hoyo no se iba a cerrar por sí solo, la fístula estaba ahí y la única manera de corregir era volver abrir. ¿Cómo iba a ser capaz de soportar tres operaciones en menos de dos meses? Estaba agotada física y mentalmente, la angustia y el estrés de todo lo vivido me habían hecho bajar más de siete kilos y mi cuerpo estaba débil e intoxicado.

Cinco días después de haber, entro al cuarto mi doctor y visiblemente consternado dijo: "Caray, no me dejaste disfrutar de mis vacaciones, me tienes preocupado y pensando en ti. Me debes unas vacaciones". "Pues usted también me debe una vacaciones, imagínese, si usted está preocupado, como estoy yo, la que está aquí tirada en una cama de hospital soy yo".

Me revisó la herida y la gasa, confirmando lo que ya sabía; el Dr. Pazos y Fernando estaban ahí, pero me evitaron con la mirada.

—"Sí, lo sé, doctor, ayer se lo comenté al Dr. Pazos, que pensaba que eran cosas distintas"—
—"No sé qué pasó. Créeme, en todos mis años de carrera nunca me había pasado que se fistulara por tercera ocasión. Estoy tan sorprendido como tú; sin embargo, como te imaginarás, hay que tomar medidas rápidas. Estuve investigando y hay tres opciones. La primera es: realizar de nueva cuenta una punción lumbar durante quince días, como la que te realizamos en la primera operación…

Lo que significaba que estaría inmovilizada, drogada y a dieta líquida. No acaba de decirlo cuando estallé en llanto–vino a mi mente el infierno en el que estaba y no podía creer que tenía que hacerlo otra vez–, y lo peor: que él me ofreciera esa opción sabiendo que, en mi experiencia, no había funcionado.

Estaba tan fuera de mí, que grité:"¡Esto que me ofrece es totalmente inhumano! Usted sabe que lo hicimos dos veces ¡y no funcionó! ¿Qué le hace pensar que esta vez va a funcionar? Lo que usted quiere es someterme a un dolor y sufrimiento innecesario. ¿Cómo se le ocurre siquiera proponérmelo! Es usted un inhumano". Mientras le repetía esto, lloraba histéricamente:"¡Lo sé!¡Lo sé! ¡Lo siento! Has sido muy buena paciente y pasado por muchas cosas y has sido muy valiente, ¡lo siento!".Se acercó a la cama y me tomó de la mano para tranquilizarme, pero no funcionó. Le grité: "Como paciente tengo derechos y no me puede obligar, ¡así que de antemano le digo que no!".

—Okey, okey, la segunda opción es ponerte una válvula en el cráneo con una sonda, que va del cráneo al estómago, nosotros generamos diariamente medio litro de líquido cefalorraquídeo, que es el encargado de lubricar el cerebro, es un proceso similar al de la sangre; una vez que cumple su función, el líquido baja por la médula espinal y de ahí una parte se va a los riñones y otra al estómago, mismos que eliminamos a través de la orina y las heces fecales, así que es como crear una ruta alterna y así no importa si el parche nunca sella, ya que el agua no drenaría al exterior como lo hace hoy, sino que sería interno.

Una vez que se coloque ya no se puede remover, lo llevarías de por vida, comparado con las cirugías a las que ya te sometiste, esta es de menor riesgo, te haríamos una incisión de no más de 2 cm en la parte de arriba del cráneo; posterior, para bajar la sonda, abrimos el cuello, debajo del brazo, cerca de las costillas, perforamos el estómago y lo dejamos ahí.

Y la tercera opción es realizar de nueva cuenta el mismo procedimiento, abrimos en la misma zona, removemos los parches y los sustituimos por otros. Ya lo viviste, así que ya sabes a lo que se enfrentarías.

Como me lo temía, involucraban un proceso quirúrgico, no estaba dispuesta a revivir el dolor de la segunda cirugía, además tampoco había servido. "Estoy desesperada doctor, no tiene sentido que me someta a una punción lumbar, porque sabemos que no va a funcionar, la experiencia previa ya nos lo demostró, al igual que operar de nuevo y realizar todo el procedimiento otra vez, mi cuerpo está rechazando el parche y creo que sería un cuento de nunca acabar, se va a fistular de nuevo. Ya pasó tres veces, ¿qué nos garantiza que esta vez sería diferente? ¡Nada, ¿cierto?!Así que prefiero irme por la segunda opción, es una operación menor y ahí no importa si nunca se sella el parche, quedarme con una válvula por el resto de mi vida no me afecta".

"Sí, entiendo que quieras reincorporarte a tu vida lo más pronto posible. Te repito: no me explico cómo pasó y qué pasó. En todos mis años de carrera nunca me había pasado algo similar. Vamos entonces por la segunda opción; debemos hacerte unos estudios antes para validar que ya no tengas infección, no podemos abrir hasta asegurarnos de que estés limpia. Me informaron que la bacteria que tienes es común de piel, por rechazo al material con el que se sutura, pero debemos de estar seguros, ya que al tener fuga de líquido esta bacteria se puede ir al cerebro.

"Mañana te voy a realizar una punción lumbar para tomar una muestra del líquido, mandarla al laboratorio y validar que esté limpia y proceder a la cirugía. Me apena mucho esta situación, créeme, estoy igual de preocupado y consternado que tú".

No paré de llorar ni un segundo, no podía, ni quería controlarme, había llegado a mi límite, seguía inútilmente preguntándome en qué momento terminé así, ahora, con un hoyo en la cabeza, del que se me salía a chorros el líquido del cerebro… era irreal, además, con el riesgo de que la bacteria se me fuera al cerebro, poniendo en riesgo mi vida. ¿Qué va a pasar?.

Ese día y los siguientes no dormí de la angustia pensando en la tercera operación. Todo parecía un plan maquiavélico, como si alguien quisiera ahogarme en una alberca y por más que luchaba por salir a la superficie, no podía y el oxígeno se me está acabando y lo peor: una parte de mí ya no podía respirar. Y para rematar, tuve reacción alérgica al antibiótico, que se manifestó en fuertes diarreas que tardaron días en controlar.

Al día siguiente llegó mi doctor para la punción lumbar, mientras preparaba el material, vi su desconcierto. Una y otra vez me repetía que no entendía qué había pasado: "Como te dije ayer, en todos mis años no me había pasado esto. Estuve investigando en los reportes documentados y solo existen doce casos como el tuyo, por lo que, oficialmente, serías el caso trece en el que se fistula por tercera ocasión".

"Entiendo por todo lo que has pasado, pero no creas que eres la única preocupada por esta situación: yo, como doctor, tengo una gran responsabilidad, moral y legal, sobre ti. Si algo malo te pasa y se demuestra que no tomé las mejores decisiones, mi carrera está acabada. Llevo días sin dormir investigando y tratando de entender qué pasó, pero médicamente no hay una explicación, como te repito solo hay doce casos… y ahora tu". Al verlo tan agobiado me limité a decir: "Bueno, doctor, pues qué mal tino que yo sea el caso trece y justo usted esté lidiando con esto, pero mire, véale el lado positivo: si salimos airosos de esto, usted va a cobrar mucho más y yo seré motivo de estudio". Nos reímos tratando de aligerar la preocupación.

Gabriel era uno de los pasantes que desde que ingresé al hospital, estuvo al pendiente de mí en todo momento. Una madrugada fue a cambiarme la gasa, y mientras preparaba todo; me contó que había estado presente en mis dos operaciones y lo fascinante que era para él, ser parte de una operación tan compleja por su localización, ya que estaba estudiando la sub especialización de neurocirugía,. Al poco tiempo dejé de verlo, pero me comentaron que escribió un artículo en Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez, documentando clínicamente mi caso como el 13 en la neurocirugía moderna, este es el estudio completo https://archivosdeneurociencias.org/index.php/ADN/article/view/193.

Al ser un caso sin precedentes y ver tan agobiado a mi doctor, me propuse registrar todo lo relacionado con la salida de líquido, y pasarle un reporte diario con la esperanza de que pudiera servir. Lo primero que noté fue que durante el día, cuando estaba sentada, la herida se mantenía relativamente seca, pero tan pronto me acostaba, me salía el chorro y debían de cambiarme la gasa.

El día siguiente pasó lo mismo, así que le comenté al doctor: "En un lapso de seis a ocho horas cuando estoy sentada, no presento drenado de líquido, la gasa está totalmente seca, pero en cuanto me acuesto, sale líquido de manera abundante". No tenía permitido pararme, solo podía levantarme para bañarme e ir al baño. Me pidió que intentara dormir semi sentada a ver qué pasaba. A partir de esa noche, tuve drenado a medianoche y por la mañana, los drenados se espaciaron de 8 a 10 horas; al parecer la posición ayudo. Los siguientes días los drenados fueron cada 12 horas; después 18 y 24 horas.

Días antes de la operación, me dio temperatura, y tenía todos los malestares de gripa. Arriba de la cama estaban los conductos de ventilación y por mi baja de defensas me enfermé; así pedí los cancelaran. A los dos días la temperatura cedió, pero no supieron a ciencia cierta si era por la infección de la herida o por la gripa.

En respuesta a los medicamentos y el antibiótico, ya toleraba más los ruidos, y estaba de mejor ánimo, así que veía televisión con mi mamá o con Yuko. Conocía los horarios de las enfermeras y los pasantes y sus cambios de turno, por lo que en cuanto llegaban, empezaba a bromear con ellos, era mi manera de aligerar la situación y no pensar las 24 horas en mi problema. Una vez que me quedaba sola por la tarde escuchaba música, mientras veía el atardecer y me imaginaba acostada en un camastro en la playa, y por increíble que parezca funcionaba y me relajaba.

La cirugía estaba programada el 8 de octubre. Para ese momento llevaba casi 72 horas sin drenado y la gasa que cambiaban cada doce horas estaba completamente seca. Dos horas antes de la operación, el Dr. Pazos fue a la habitación para preguntarme si en el transcurso del día había presentado algún drenado de líquido: "No, la gasa está seca y justo se acaban de cumplir 72 horas". La revisó él mismo para cerciorarse.

Muy serio me dijo: "No quiero que te emociones, pero el doctor está considerando cancelar la operación. No ve necesario realizar el procedimiento pues ya no estás presentando drenado de líquido y él cree que tu cuerpo no se encuentra en las condiciones físicas para poder soportar una tercera cirugía, le voy a dar esta información y lo analizará. En dado caso que cancele, él personalmente pasará más tarde para informarte". Lo primero que dije fue: "¡No mames,!".-Nadie le dice eso a un doctor- ¡Nadie! Vi cómo abrió los ojos y estupefacto me gritó: "¡Mónica!". "¡Perdóneme, doctor, perdóneme!", le decía mientras lo tomé de la mano."Gracias, gracias, gracias".

Por fin algo bueno estaba pasando. Esta era la primera y esperanzadora noticia que recibía, no quería hacerme ilusiones hasta escucharlo de él, así que cuando lo vi atravesar la puerta con esa gran sonrisa supe que eran buenas, muy buenas noticias para mí: "No entiendo y no me explico cómo de la nada se detuvo. Médicamente no hay explicación a lo que pasó. Como sabes, soy un hombre de ciencia, no de fe, pero en esta ocasión no sé qué pensar, estoy desconcertado, pero no importa, hoy elijo creer en los milagros y esto es un milagro, algo pasó para que se detuviera el líquido, no sé qué fue, lo importante es que paro. Acabo de cancelar tu operación".

Era la primera vez que sonreía desde que regresé al hospital, se veía aliviado de no tener que someterme a una tercera cirugía. Él mejor que nadie sabía en qué condiciones estaba mi cuerpo, lo débil que estaba y que iba a ser muy complicado para los dos si la llevaba a cabo, y seguramente no me había querido hablar de todas las complicaciones de tener una válvula por el resto de la vida.

Ante mi incredulidad me dijo:
—¡Quita esa cara, no te vez feliz!¿Qué no estás feliz de que no te voy a operar de nuevo?
—¡Claro, doctor, claro que estoy feliz!
—Pues no se te ve, ¡quita esa cara y ponte contenta!
—Sí, doctor. Estoy muy contenta, muchas gracias, de verdad, supongo que estoy en shock.

Debía quedarme un par de días más, para asegurarse de que no hubiera drenado de líquido, validar que estuviera libre de la bacteria, y descartar cualquier complicación. Un día antes de salir, me removieron los puntos. El 10 de octubre me dio de alta nuevamente después de haber pasado otros 15 días en el hospital y siete nuevas canalizaciones de sonda.