Despertando a la realidad – Enojo

El 10 de septiembre, frustrada, angustiada y llena de impotencia, intenté estar lo más tranquila posible, aceptando que desde hace tiempo había dejado de tener control de las situaciones. No me podía quedar así, escurriéndome líquido del cerebro por la herida. Como la primera vez, me subieron al quirófano cerca de las cuatro de la tarde, la anestesióloga me dijo: "¿Qué pasó? ¿Ya le gustó mi mano y quiere repetir?". Esta vez su broma no me hizo nada de gracia. El procedimiento fue: Incisión y escisión de cráneo, cerebelo y meninges cerebrales, cierre de fístula del líquido cefalorraquídeo.

Cuando desperté tenía una venda alrededor de la cabeza, la cual generaba una enorme presión en el cráneo y me provocaba un dolor insoportable, no sé si lo podría comparar con la punción lumbar, pero el dolor que sentí se le acercaba bastante; literal quería arrancarme la cabeza. Jamás en mi vida había experimentado tanto dolor. Durante la cirugía me colocaron de nuevo la punción lumbar y la sonda de la orina. Con cada procedimiento iba escalando a una nueva definición de dolor y sufrimiento. Esta vez todo fue diferente, no paraba de quejarme y gritarle a la enfermera, que por favor me diera algo para el dolor. Después de consultarlo con el doctor, me suministraron algo por la vena y me bajaron a piso, alrededor de las once de la noche.

En cuanto vi a mi mamá rompí en llanto, le rogaba que me ayudara, que me dolía mucho la cabeza, que hablara con el doctor y me dieran algo; ella a su vez le suplicaba a los doctores que hicieran algo, pero le dijeron que me la acababan de dar y tenía que esperar a que hiciera efecto. Al negarse empecé a llorar histéricamente y no paraba de moverme y gritar, me sentía miserable. Al ver mi reacción, accedieron únicamente por la punción lumbar: no querían correr el riesgo de que por algún movimiento me provocara un daño irreversible en la médula espinal. Supongo me dieron un calmante porque me quedé dormida inmediatamente y desperté hasta el siguiente día.

Por la mañana el doctor me preguntó cómo seguía del dolor, le pedí que, por favor, me aflojara un poco el vendaje: "Me está matando". Accedió y me dijo: "Le volvimos a abrir y le pusimos en esta ocasión dos parches, uno interno y otro externo, le cosimos las membranas y con esto queda más que corregido el tema de la fístula. Se quedará en observación unos días más y podrá ir a casa finalmente".

Debido al intenso dolor y para evitar que me moviera, me sedaron las 24 horas y, como la primera vez, me hacían todo en la cama y seguí con dieta líquida. Empecé con hipo cada hora o al menor cambio de temperatura. Cuatro días después me retiraron la aguja de la columna y la sonda de la orina, siguiendo el mismo procedimiento, caminé un poco, me senté en el reposet… Esta vez no hubo ningún drenado de líquido ni pérdida de conciencia, así que el doctor dijo que estaba lista para irme a casa al siguiente día.¡¡Al fin!!.

De la emoción, esta vez no podía dejar de llorar al saber que dejaría el hospital después de casi un mes. Tomé de la mano a mi doctor y le dije:"Gracias, gracias, gracias, no sabe lo significa para mí, gracias por todo, por estar al pendiente de mí en todo momento y, lo más importante, por salvarme la vida". Él también se veía contento y me decía que no llorara, que estuviera feliz de que finalmente ya me iba y de que todo había salido bien.

Quisiera decir que desde el día dos, cada vez que veía al doctor por la mañana y en la noche, le decía "Gracias, gracias, gracias, por haberme salvado la vida, estoy y estaré infinitamente agradecida", y lloraba y lloraba, en ese carrusel de emociones buenas, malas y peores que viví. Aún con lo drogada que estaba, pude ver su entera dedicación: un hombre que aparenta ser frío y cortante, pero en realidad es un hombre cálido, profundamente humano y preocupado por sus pacientes. Nunca olvidaré cómo contuvo las lágrimas cuando me avisó que debía de operarme por segunda ocasión, estaba visiblemente conmovido y preocupado por mí. ¡No pude estar en mejores manos! ¡Para mí también fue un placer que me tuviera entre sus manos. Literalmente!.