En camino a mi recuperación
A lo largo de mi vida fui descubriendo y practicando diferentes corrientes sobre el manejo de la energía y del cómo aprendemos de nosotros mismos a través de la sabiduría del cuerpo. De camino a casa sentí que esta vez iba a ser diferente: la fístula no estaba del todo resuelta, pero estaba bajo control; ahora por primera vez debía enfrentar mi recuperación.
Y precisamente en estas corrientes se pondera por sobre todas las cosas "el ser", afirmando que lo único que tiene el ser humano es a sí mismo, basándose en una idea de desapego de las cosas y las personas, ya que lo único que podemos controlar "es a nosotros mismos". Pero ¿qué pasa en situaciones como esta, en las que la mente y el cuerpo se están reparando?
Sentir que no tenía el control de nada, ha sido una de las cosas más devastadoras y aterradoras que he vivido. Me hablaban de momentos y gente que no recordaba; perdida en el tiempo y los días, despertaba en situaciones extrañas con gente viéndome asustada o gritándome, sin saber por qué, ni lo qué estaba pasando; vivía a expensas de otros que se ocupaban de mi cuerpo. Hoy más que nunca, estoy convencida de que el dolor extremo no solo incapacita el cuerpo, sino como un mecanismo de defensa incapacita la mente. Vivía con el miedo de que así como no recordaba cosas, un día despertaría sin saber quién era, porque lo único que era capaz de recordar era el dolor, el intenso dolor y la profunda tristeza y las ganas de morirme. La mayor parte del tiempo me percibía como la espectadora de mi propia película, viendo cómo pasaban las escenas frente a mí.
Cuando regresé al hospital por segunda vez, se corrió la voz de que estaba de vuelta y, después de haber pasado ahí casi un mes, claro, todos me conocían, así que una a una las enfermeras fueron curiosas a preguntarme:"¿Qué pasó, porqué regresaste?" .Tristemente no reconocí a la mayoría y lo notaron por mi reacción. "¿No me reconoces?", "¡No, lo siento!", –en especial dos enfermeras–."¿Cómo que no te acuerdas de nosotras?, si te bañamos en la cama casi durante todo el tiempo que estuviste, aquí". "¿De verdad?, ¡lo siento! No las recuerdo", dije.
Un pasante me caía mal y no sabía ni por qué. En uno de mis arranques se desconectó la sonda de la columna que iba a la botella, él trató de ponerlo de vuelta sin suerte por más de media hora; justo en ese momento entró "la China" una enfermera y lo puso en 30 segundos, desde ese día era "el Pendejo". Cuando regresé al hospital, él me recibió, junto con el Dr. Pazos en Urgencias; y era el encargado de cambiarme la gasa cada dos horas. Le dije a mi mamá que era un bombón, que se desvivía en atenderme…asombrada me dijo: "¿Qué no te acuerdas de él!¡Él es el Pendejo!".Pero para mí era la primera vez que lo había visto, ni su cara me era familiar.
Me preguntaba todo el tiempo "¿Qué va a pasar si me quedo así?, con poca o nula conciencia de la cosas, ¿qué voy a hacer?".Sabía que eso les pasaba a algunas personas después de la operación: se desconectan de la realidad y nunca regresan por completo.
Aunque el doctor me tranquilizó: "Tus pérdidas de conciencia y lagunas son "normales". Debemos de esperar por lo menos un año. Mientras disfruta el viaje y las ausencias, porque una vez que regreses por completo vas a desear irte otra vez". Él lo decía en tono de broma, pero para mí no tenía nada de gracia vivir en el limbo y me angustiaba mucho.
Una vez que estuve fuera de peligro, debía ocuparme de mi mente y emociones. Estaba tan tensa y preocupada por mi vida que me sentía en medio de una gran ola, instintivamente me sumergía para cortar la fuerza de la corriente, pero en cuanto salía a la superficie, me revolcaba una vez y otra vez. Llegué a un punto donde ya no quería luchar con la corriente, pero en un instinto de sobrevivencia lo único que pensaba era en nadar con todas mis fuerzas hacia la orilla… hasta que por fin lo logré. Y así, en la orilla tirada y exhausta, decidí que tenía que recuperarme; cada pequeña acción como ir al baño, caminar veinte pasos, comer y bañarme sola me significaba una labor titánica. Nunca en mi vida había disfrutado tanto estar bajo la regadera y sentir cómo caía el agua por todo mi cuerpo, ¡me estaba bañando sola por primera vez después de tres meses!
Desde que salí del hospital, seguí lidiando con la hipersensibilidad a la luz y los sonidos; ver gente y escuchar sus voces no era una opción. Veía borroso, los ojos me lloraban, tenía hipo, gripes, temperaturas esporádicas, infecciones vaginales y urinarias. Al acostarme por la presión de la venda, los dolores eran insoportables. El cabello se me caía sin control y se me veían las entradas en la frente. La cortisona hizo verdaderos estragos en mí, recuperé 6 kilos en menos de un mes, la cara, cuello y espalda se me llenaron de acné. Y el medicamento para reducir el líquido del cerebro me generaba aún más náuseas e hipersensibilidad a los olores: no toleraba el olor a comida y dejé de comer.
En noviembre y diciembre completé mi terapia física. Principalmente realizaba estiramientos con ligas y pelotas en piernas y brazos. Cada vez que hacía las series, el lado izquierdo no dejaba de temblarme. También caminaba en las barras para recuperar el equilibrio y tratar de caminar derecha, a la vez de recobrar fuerza y tono muscular. La parte que odiaba eran los ejercicios oculares, que consistían en fijar la mirada en una pelota, porque incrementaban mis náuseas; lo mismo me pasaba con la vibración del carro, por lo que ir al hospital se convirtió en una tortura: esos 40 minutos me dejaban agotada y sin ganas de nada por el resto del día.
Felizmente concluida la terapia física, aunque seguía caminando como borracho, ya lograba caminar tramos largos, así que intenté hacer caminatas. Al principio quinientos metros, luego un kilómetro… pero a los pocos días me dio gripe y temperatura, así que paré y retomé hasta sentirme bien. Este ciclo de temperaturas y gripes se repitió constantemente así que opté por dejar las caminatas, ya que además cuando eran de más de 40 minutos y mantenía la vista al frente, veía las imágenes distorsionadas –como cuando uno va en coche en una recta en la carretera y enfoca la vista al horizonte, por el efecto de la luz, las cosas se mueven; bueno, lo mismo me pasaba–.Instintivamente veía al piso, pero perdía la dimensión de los objetos y caminaba dando zancadas, porque no sabía si el piso estaba más cerca o más lejos de lo que realmente estaba; después de unos segundos se ajustaba el ojo, pero pensaba que en cualquier momento me iba caer.
El 13 de diciembre tuve mi primer control fuera del hospital, previo a la cita, me saqué una tomografía y el ultrasonido. El doctor quería ver si el quiste redujo su tamaño, y así fue pero me pidió seguir con la medicina para el cerebro y el vendaje, del acné me dijo que iba a tardar algunos meses, lo mismo que la retención de líquidos, que no me preocupara por el peso ya que en unos meses, mi cuerpo eliminaría esos kilos de manera natural. Lo que no le gusto fue mi semblante, estaba demasiado pálida y amarilla así que me mando estudios.
Estaba tan agradecida con él, que quería darle algo especial en esta primera cita. Noté que tenía una gran colección de carros en miniatura en su consultorio, pero yo no quería comprarle algo, deseaba darle algo que recordara para siempre. Así que armé un rompecabezas de mil piezas de su carro favorito; lograrlo fue increíblemente difícil por mi visión deficiente y los intensos dolores de cabeza, pero al cabo de 10 horas diarias y una semana lo logré. El doctor estaba impresionado de que lo hubiera logrado sin ayuda. "Yo mejor que nadie sé el esfuerzo que pusiste en esto y créeme significa mucho para mí", mientras decía esto se le llenaron los ojos de lágrimas. Yo no paraba de llorar mientras le decía: "¡Gracias, gracias, gracias!". Habíamos establecido un vínculo muy especial y no me cansaré de decirle Gracias por haberme salvado la vida y por la gran calidad de ser humano que es.
Días después le mande los estudios; estaba desnutrida y tenía una fuerte infección en las vías urinarias, pero no me dio medicamento, porque consideraba que era mejor dejar descansar a mi cuerpo, evaluaríamos después en qué condiciones estaba, únicamente me sugirió tomar vitamina C todas la mañanas como refuerzo.
Una noche de diciembre mientras trataba de conciliar el sueño, de la nada vinieron a mi mente, pendientes del trabajo y cosas personales que había puesto en pausa por la operación, pero que durante todo ese tiempo no había recordado. Sé que sonará extraño lo que voy a decir, pero mi mente estaba regresando. Esta ha sido una de las experiencias más surrealistas y maravillosas que he tenido. En un sentido literal era como si mi cerebro se estuviera prendiendo. A partir de esa noche mis lagunas disminuyeron significativamente y, aunque sigo teniendo ausencias, ya las identifico más.